Eres niña al apagarse la luz

En la oscuridad de una noche que no cubre de sueños, sino de miedos, eres niña al apagarse la luz.
Monstruos debajo de la cama que son polvo.
Monstruos dentro del armario que son perchas con abrigos de un invierno lluvioso, apolillados, atrincherados por vestidos vistosos que no tuviste ocasión de estrenar: ni bailes, ni cenas, ni espectáculos.
Eres niña al apagarse la luz.
 Buscas el abrazo de una almohada mojada por lágrimas nunca saciadas; ríos y mares pasan por tu habitación. De noche todo cubre, lo que de día no sale.
Cuadernos con tinta de palabras abocadas a la soledad, al misterio de unos planes ilógicos sobre un futuro incierto y desértico.

 Eres lobo aullando a una luna llena de cosas sin resolver, convirtiéndote en una fiera dócil que necesita de un consejo amigo para poder correr.
La voz de algo sobrenatural evoca en ti cierta tranquilidad.
El silencio calla y te deja hablar, pero no dices nada por no incomodar al escuadrón que vigila tu cama.
Eres pluma que cae lentamente hacia un lugar inexplorado, el viento pronto te lleva a otra parte. Parte por parte queriendo ser volátil pero transformada en piedra inerte que limita fronteras al paraíso recóndito de tu cabeza.
Pensamientos incesantes, prisa porque sucedan cosas que no llegan.
Eres niña al apagarse la luz.
Filosofía y religión se mezclan, ¿quién soy?¿dónde voy?
Cuadros de lienzos blancos con puntos y rayas abstractos; eres obra por locura o por  cordura o por imaginación.
Sacas de ti lo que no te hace fuerte en una armadura de cristal.

Eres niña al apagarse la luz.