Monstruos debajo de la cama que son polvo.
Monstruos dentro del armario que son perchas con abrigos de un invierno
lluvioso, apolillados, atrincherados por vestidos vistosos que no tuviste
ocasión de estrenar: ni bailes, ni cenas, ni espectáculos.
Eres niña al apagarse la luz.
Buscas el abrazo de una almohada mojada por lágrimas nunca saciadas; ríos
y mares pasan por tu habitación. De noche todo cubre, lo que de día no sale.
Cuadernos con tinta de palabras abocadas a la soledad, al misterio de
unos planes ilógicos sobre un futuro incierto y desértico.
Eres lobo aullando a una luna llena de cosas sin resolver, convirtiéndote
en una fiera dócil que necesita de un consejo amigo para poder correr.
La voz de algo sobrenatural evoca en ti cierta tranquilidad.
El silencio calla y te deja hablar, pero no dices nada por no incomodar
al escuadrón que vigila tu cama.
Eres pluma que cae lentamente hacia un lugar inexplorado, el viento
pronto te lleva a otra parte. Parte por parte queriendo ser volátil pero
transformada en piedra inerte que limita fronteras al paraíso recóndito de tu
cabeza.
Pensamientos incesantes, prisa porque sucedan cosas que no llegan.
Eres niña al apagarse la luz.
Cuadros de lienzos blancos con puntos y rayas abstractos; eres obra por
locura o por cordura o por imaginación.
Sacas de ti lo que no te hace fuerte en una armadura de cristal.
Eres niña al apagarse la luz.